Decrecimiento energético, microsiervos y pandemia: 10 verdades incómodas

El ser humano vive olvidando lo que es. 

Me gustaría llamarlo el olvido de la entropía, que es uno de los nombres del olvido de la finitud. Una persona individual es una máquina biológica a merced de las leyes físicas del universo. Los humanos se olvidan de su finitud, es más, vivimos, como si no fuéramos a morir nunca. Pasiones como la osadía, el odio, la violencia, el riesgo extremo y gratuito, un sin fin de emociones y pensamientos, como la eternidad, la vida después de la muerte, la reencarnación, ahuyentan los miedos y nos hacen creer invencibles. 

Y qué decir de la especie humana en su conjunto, en su historia. Lo mismo. Vive como si no hubiera un mañana, derrochando, gastando todo lo que puede, sin pensar en futuras generaciones, pensando que podrá salir del planeta Tierra y vivir en algún exoplaneta.

Una y otra vez, negamos la finitud. El universo también es finito. Conocemos la fecha de su muerte. Aproximadamente. Tampoco sabemos exactamente cómo ocurrirá, como pasa con las personas. Se habla del Big Crunch, del Big Rip, del Big Freeze, del Bing Bounce, pero vaya son teorías diferentes para el gran y definitivo final. El planeta Tierra también tiene fecha de caducidad, y muchos riesgos de muerte prematura. El Sol también se encuentra en el medio de su vida. Todo tiene su ciclo de aprovechamiento de la energía.

[1] La aceptación de la finitud es lo único que nos hace responsables, pero eso hay tanta irresponsabilidad en el mundo. 

El ser humano vive olvidando su muerte. Y diremos que es lógico que así sea, pero eso tiene sus consecuencias. Si lo olvidas para tí, también lo haces para los demás. Olvidar, a veces, se traduce en disminuir su valor, en pensar que somos superiores, que la vida de otros vale menos o no vale nada. O que hay ideas, que están por encima de la vida misma. Los grandes problemas de la humanidad se derivan de la falta de responsabilidad provocada por del olvido de la finitud, por no aceptar que somos máquinas automáticas con capacidad de proceso energético finito, que se desgastan hasta el colapso, hasta que no pueden aprovechar ninguna energía.

Heidegger hablaba del hombre como un Ser-para-la-muerte. Eso no quiere decir que lo más relevante del hombre sea su muerte, sino que el reconocimiento de su finitud, le permite considerar la vida como lo autenticamente importante. Si fuéramos eternos, la vida sería irrelevante. 

[2] La vida humana adquiere sentido, porque es finita. Eso es lo que nos hace buscar un propósito, esa es la razón por la que intentamos ser felices, y disfrutar, alejar los males y el dolor.

Las Leyes de la Termodinámica nos describen perfectamente cómo se consume la energía en el universo, en todo el universo, en todo lo que incluye el universo: estrellas, galaxias, plantas, animales, personas, sociedades, máquinas y ordenadores. 

El ratio de densidad de la energía libre, utilizada por todas las estructuras del universo, nos permite describir la evolución del cosmos, como si de una especie animal se tratara. A cuanta más densidad, mayor complejidad, y por tanto, mayor adaptabilidad al medio, menor entropía, pero por menos tiempo. 

Comparemos la vida de una estrella como el Sol, que se calcula que tendrá en total una vida de unos 10.000 millones de años, con la de un ser humano, pongamos, redondeando al alta, unos 100 años (no millones). Pues bien, los humanos utilizamos un ratio de densidad de energía libre muy superior a una estrella, por eso, los seres humanos somos más complejos, pero morimos antes. 

Chaisson, Cosmic Evolution: The Rise of Complexity in Nature 

Esa evolución del universo es la computación de la inteligencia cósmica -que decimos nosotros-, es la lucha contra la entropía, el combate contra la muerte energética e informacional. En dicha evolución hay un aprovechamiento cada vez mayor de la energía, venciendo a la entropía, para crear orden, complejidad, organización, y en definitiva, uso de información, o lo que algunos llamaron negantropia.

Una célula es más compleja que una galaxia, y por tanto, utiliza más información. Las estructuras cósmicas son sistemas abiertos, que buscan un flujo constante y óptimo de energía, pero al final todos acaban muriendo. Prigogine nos habla de ganadores y perdedores del Universo. Los que no pueden aprovechar la energía y realizar un salto evolutivo, una adaptación al cambio, en medio del caos, desaparecen. Y lo mismo sucede con la evolución biológica, con la extinción de las especies, y con la mayoría de mutaciones. 

[3] Las máquinas ya han superado en complejidad a cualquier tipo de sociedad humana, por lo que la Superinteligencia Artificial  es la mejor candidata a recoger nuestro testigo de la complejidad y aprovechamiento de la energía

Lo que no estamos entendiendo a nivel social, es que gastar toda la energía posible, no es un derroche, es la ley del universo, es aprovechar el máximo en el mínimo tiempo, para seguir viviendo con la máxima reducción de incertidumbre (entropía). 

No es algo inhumano, ni antiecológico, ni falto de ética, ni afecta la falta de recursos energéticos, ni al cambio climático, ni nada de eso, el gastar (o malgastar) energía, son las leyes de la termodinámica las que hacen, que los seres humanos y las estructuras del universo, cada vez gasten más energía. Es algo que nos sobrepasa. Somos parte de la computación, a mayor inteligencia en el proceso de información, más energía. No hay otra.

Podemos engañarnos pensando, que viviremos en Marte o que viviremos con renovables, y que detendremos el cambio climático, pero la ciencia nos lo rebate. Sólo podemos mitigar y gestionar nuestro destino.

[4] Estamos programados para consumir la máxima energía y morir. Viviremos hasta nuestro mayor nivel de eficiencia, porque las estructuras disipativas como la sociedad humana, tienden a consumir cada vez más energía. 

Como hemos dicho, esto sucede por las leyes de la termodinámica, y esto a nivel social, hoy en día, tiene unas consecuencias concretas, ya que las élites conocen esta evidencia. 

[5] Hay una élite de la especie humana, que intentará apropiarse del máximo de energía disponible. 

De alguna manera, siempre ha sido históricamente así. Desde las grandes civilizaciones como Babilonia, o Egipto, China, India antiguas. La apropiación de excedentes implica monopolizar la energía, la división del trabajo y de las clases sociales, la escritura, es decir, la comunicación y almacenamiento de información. Los excedentes energéticos son la base de la riqueza de las civilizaciones. Ahora mismo, la disponibilidad del excedente de energía, se ve perjudicada por diversos factores como: 1) el cada vez más elevado coste económico y financiero de la energía (su descubrimiento, su extracción, su almacenamiento y distribución); 2) el más preocupante nivel de la ECoE (el coste energético de la energía) sobre el 10%; 3) la pérdida de masa crítica en el mercado energético; 4) la caída de los ratios de su utilización; 5) el aumento de los impuestos por el consumo, producción y residuos energéticos; 6) la apuesta por renovables que son más caras e ineficientes; y 7) el derroche energético en la producción de productos con una obsolescencia cortísima como los móviles. 

[6] El sistema económico ya está decreciendo y con rapidez. 

Al contrario de lo que muchos creen, no estamos en una crisis, sino en un cambio de tendencia histórico y evolutivo. Hace tiempo que decrecemos económicamente, pero ahora también decrecemos energéticamente. De hecho, las dos cosas van juntas. Será un descenso con dientes de sierra, pero ya ha empezado. Decrecer es reducir la prosperidad. La solución a los problemas de una energía finita, cara, y decreciente, cada vez más difícil de aprovechar, no se pueden solucionar con una expansión infinita del crédito para el sector público y las mejores empresas cotizadas. Según el sistema SEEDS de Tim Morgan el 64% de todo el crecimiento de la economía mundial durante los últimos veinte años, ha sido ilusorio, se ha creado gracias al endeudamiento masivo.

[7] Las élites están reduciendo la población y los consumos de éstas, para poder incrementar el suyo propio. 

Ya que el excedente es cada vez más difícil de mantener, y es un juego de suma cero, las élites han empezado a transferir energía futura del consumo de la sociedad, a la acumulación de reservas para su uso. 

[8] Hasta que un dia, esas minorías sean superadas -y aniquiladas quizás- por entidades de inteligencia artificial, que aprovecharán mejor la energía.

El sistema tecno-financiero puede sostenerse ante el descalabro de los recursos energéticos sólo en la parte de producción industrial, lo que no es sostenible es 10.000 millones de personas que podríamos llegar en un futuro no muy lejano, todos consumiendo en sus hogares, con sus coches y con sus móviles. Es posible mantener todos los servidores del mundo y crecer exponencialmente, pero es imposible que todo el mundo tenga coche y movil, eso sí que no es sostenible. No hay suficiente energía para ello.

Por tanto, las élites ya han decidido quién se queda la energía y para qué. Las élites tecno-financieras dominantes necesitan cuatro cosas para evitar el colapso:

1) Que decrezca la población mundial sustancialmente (idealmente hasta 3.000 M seria lo ideal, con lo que sobran 4.000 M, lo que podemos llamar el hipergenocidio). La humanidad se ha mantenido bajo ese límite prácticamente hasta el siglo XX, con lo que se consiguiera esa cifra el mundo no sería sostenible, pero si podría perdurar hasta la extinción del género humano.

2) Existirán sólo dos grandes macro-clases sociales: los megapropietarios de la energía y los microsiervos de la energía con sus ulteriores divisiones de lo que hemos llamado micro-clases (ver aquí).

3) A los microsiervos se les reducirá el consumo de energía al máximo. En el horizonte, un salario social generalizado para tener los gastos de la población limitados, y mientras, via automatización (paro), megaprecios de la energía, abolición de la propiedad, donde nadie tendrá nada de su propiedad y menos coche o móvil. No poseerán ni medios de producción, ni de consumo. Véase "El Gran Reseteo" propuesto por el Foro de Davos.

4) Las élites si serán propietarias de objetos de consumo y ya no solo de la producción, y podrán gastar cantidades ingentes de energía para su propio consumo y también para mantener un férreo control social, que también gasta mucha energía. 

Si desnudamos a la humanidad de sus ideologías, y de su economía del dinero fiat, para fijarnos en el poder y en la energía, entenderemos lo que pasa en esta actualidad tan convulsa, donde nada es lo que parece. Es el excedente de energía el que nos permite, el progreso, la prosperidad. No lo olvidemos. No hay otra manera. Es la historia de nuestras civilizaciones. Pero también es el que permite el control social. Otra cosa es la bucólica vida sostenible como vivir cuatro gatos en la selva con el taparrabos, pero no se sí estamos preparados ya para eso.

Poder y control de la energía van juntos, desde el nacimiento de las civilizaciones. Según la Paradoja de Jevons, cualquier mejora tecnológica en el ahorro, o eficiencia de energía, llevará a un aumento, y no a un decrecimiento de esta. Estamos ya en una economía del decrecimiento. Y además inducida. Pero no de decrecimiento para todos, sino para la clase media y baja. Para sorpresa de los marxista-ecologistas, que predicen el fin del capitalismo y predican el decrecimiento económico voluntario para toda la población, mira por donde, el mismo sistema capitalista, eso si financiarizado -lo cual tiene poco de capitalista (ver aquí nuestro post), ha iniciado el decrecimiento, aunque solo para una gran parte de la población, con la excusa de la pandemia. Y pocos se están enterando. Seguimos hablando de caída del PIB porque así la gente piensa que luego subirá, pero menos PIB es menos energía, y su falta de rentabilidad, hace entrar a la economía en un círculo vicioso, que la expansión cuantitativa (inyectar dinero a mansalva en la economía financiera) no puede detener.

Podríamos decir, que frente al decrecimiento ecologista e idealista, se ha impuesto el decrecimiento tecnocapitalista desigual. Pronto los ricos, serán los únicos que tendrán coche, que serán solo eléctricos, y el resto, deberán conformarse con Car-sharing o Cabify. 

Y lo mismo, ocurre con tantas micro-ideologías culturales, diseminadas para dividir a la sociedad, y encapsularla en varios cajones predefinidos, pero que al poder elegirlos, dan una sensación de libertad, incluso de empoderamiento y rebeldía. Pero rebeldía es romper estructuras, no llenarlas o subdividirlas al infinito. Mientras muchos microsiervos se convierten a las diversas micro-ideologías culturales, alienados de su juicio y de su libertad, pensando que su propia represión es una manera de combatir los males de la humanidad, unos pocos serán libres de ser lo que quieran, como comer carne, y hasta de ser heterosexuales. 

Las fake-news y el fake thinking, la manipulación de hechos, noticias y marcos mentales, confunden a la gente. Lo podríamos resumir como los discursos infalsables, es decir, que no se pueden comprobar y que, por tanto, no pueden ser falsos, porque formalmente no pueden decir la verdad (ver otro post nuestro sobre el tema aquí). Es una vuelta a marcos mentales como los de la religión o las grandes ideologías políticas, en detrimento de la ciencia, del pensamiento crítico, y hasta del puro sentido común. Se mueven entre el odio o la sumisión, sin término medio. Estos discursos alejan a las personas de la materialidad de las cosas, de la economía real, que es la energía, la producción, y los intercambios comerciales. Pero la hiperfinanciarización de la economía y la metasoberanía de la deuda por las élites tecno-financieras, hace que no veamos los hechos últimos, la realidad de lo que pasa. El plan maestro. Eso si, éste, no está exento de conflictos entre facciones, así como de fisuras, que aprovechará la resistencia, quien quiera que sea, cuando consiga entenderlo y pueda organizarse. De momento, nos toman el pelo, y van a por nosotros con descaro.

Estamos hablando de la apropiación del excedente energético rápidamente decreciente, por parte de las élites mundiales del capital tecno-financiero y político, para que ellos puedan seguir creciendo. De hecho, esto ya viene pasando desde hace décadas, simplemente hasta ahora se estaba maquillando, pero ya no es posible crecer con deuda, estamos llegando a los límites sistémicos. Sus medidas son urgentes, y el botón del reseteo, es la pandemia. Van a por todos.

Gail Teverberg afirma algo bastante esclarecedor: "Veo nuestro problema económico actual como mucho más un problema de energía que un problema de COVID-19" (cfr. aquí y aquí), tambien lo dice Tim Morgan (aquí).

Para la gran mayoría de la población, los salarios no aumentan tan rápidamente como los costes de producción y distribución de los combustibles fósiles. Esto provocará el colapso en la producción de combustibles fósiles (ver gráfico arriba).

[9] La verdad termodinámica indiscutible, que no entienden los propagandistas populistas, es que a menor consumo de energía, mayor muerte y caos. 

Siempre ha sido así, y pensar otra cosa, es engañarse. Se ha visto en el colapso de las civilizaciones. Se ve en la muerte de las estrellas. 

[10] El decrecimiento es el colapso en sí mismo, no la solución a este.

"Con un menor consumo de energía, muchas cosas tienden a salir mal a la vez: los ricos se vuelven más ricos mientras los pobres se vuelven más pobres. Las protestas y los levantamientos se vuelven más comunes. Los ciudadanos más pobres y los que ya tienen mala salud se vuelven más vulnerables a las enfermedades transmisibles. Los gobiernos sienten la necesidad de controlar a sus poblaciones, en parte para contener las protestas y en parte para evitar una mayor propagación de enfermedades" (Teverberg, cfr. aquí)).

Tal es el feudalismo energético, ese neofeudalismo o capitalismo financiero del decrecimiento,  al que nos enfrentamos a nivel global. Un nuevo totalitarismo energético, basado en la hiperutilización energética por una minoría, y un racionamiento energético por la masa improductiva o de bajo valor añadido, mientras eso sí, el decrecimiento nos lleva a todos al colapso, a unos más rápidos que a otros. 

En última instancia, ni siquiera las élites pueden evitar el colapso, pero sí pueden retrasarlo. ¿Y que pueden hacer los demás? Empezar a conectar economía y energía, empezar a adueñarse del mecanismo de intercambio de valor, gestionando la producción del dinero (ver mi propuesta de monetarismo colaborativo aquí) con medios electrónicos incorruptibles. 

Esta guerra global de la energía solo acaba de empezar, pero como en todas, nadie ganará.


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