Uno no llega solo hasta aquí.
Y mucho menos, rápidamente.
Después de años de bloguear y escribir ensayos, decidí darme un año sabático, intelectualmente hablando, y ponerme a escribir una novela La espía que soñaba, cuyo título fue el número treinta y seis de todos los que se me ocurrieron.
En el pasado únicamente había escrito relatos cortos, así llamados, aunque algunos tenían más de cien páginas, de los cuales una pequeña recolección se encuentra en El crepúsculo de los quarks. Unos cuantos cuentos cuánticos.
La novela se escribió entre enero y marzo de 2021 a razón de unas mil palabras por día, fines de semana y festivos incluidos, a partir de un capítulo redactado en 2020 titulado “El bloque”. La desarrollé completamente con un estilo de autor tipo brújula. Armado de la inseparable herramienta de Scrivener, llegué a las cuarenta mil palabras, lo que fue muy sorprendente para mí, pues suelo ser extremadamente sintético. Como se suele decir: se me fue de las manos, los personajes iban por donde querían.
Gracias al apoyo incondicional de mi familia y a su comprensión, pude terminar la novela, robando algo de su tiempo. Durante las solitarias y frías noches de invierno me dediqué a escribir entre los ronquidos de mi perro Aldo Busom que funcionaron como un metrónomo para mis textos.
Conviene recordar que antes de empezar a poner negro sobre blanco, realicé un estudio de las buenas novelas que se habían convertido en buenos guiones para producir buenas películas. Todos sabemos que no siempre es así. Hay películas buenas de libros mediocres y películas mediocres de buenos libros. Quería saber donde estaba el método del éxito de una buena trama visual. Estuve aprendiendo como muchos guionistas habían destrozado sin piedad buenas novelas, para conseguir excelentes guiones que habían resultado en excelentes películas. Esos trabajos fueron mi aprendizaje, mi guía y mi inspiración: The Russia House, The Godfather, Apocalypse Now, 2001: A Space Odyssey y muchas otras. Esta metodología de deconstrucción de una narrativa literaria, para construir una trama visual que pudiera ser atractiva al lector actual, fue la que apliqué en mi novela. Más tarde, supe que autores como Santiago Posteguillo también escriben con visión cinematográfica, por no citar a mi compañero y amigo Liteo Pedregal autor de La llamada del vacío y de La memoria de las musarañas.
Justo al acabar, entré en contacto con Roger Domingo y su famoso método Mapea, sin el cual no hubiera podido salir de la jaula de cristal en la que estaba instalado. Sus consejos y sus enseñanzas han sido claves para llevar este proyecto adelante y abrirlo a un público más amplio del que estaba habituado. También gracias a él y a Manuel Pimentel conseguí publicar para la LID Editorial el ensayo “Aprende a pensar como un gurú. Las 10 fuerzas del pensamiento crítico” en España y Colombia. Mi colaboración con Laura Madrigal, al Editorial Manager de LID fue una experiencia muy enriquecedora.
A partir de ahí, inicié un proceso de profunda corrección a todos los niveles. Personajes, diálogos, descripciones, trama, etc. Me serví para ello de la lectura de un pequeño grupo de lectores beta. A algunos de ellos les pasé el manuscrito en formato epub para que lo pudiesen leer cómodamente en su Kindle Reader. La primera persona que lo leyó fue mi mujer Jayne Horton, una ávida lectora, muy exigente con el desarrollo de tramas originales que sean inteligibles. Mi amigo Jorge Sánchez, autor de una excelsa novela titulada El informe Ohlendorf, no muy conocida pero con una prosa digna del mejor Premio Planeta. También lo leyó otro amigo, Javier Escudero, un lector empedernido de buena literatura histórica y de ciencia ficción. Finalmente, lo leyó Cristina Sales, hija de mi amiga Isabel Sarriera, artista, cantante y licenciada en filología. Todos ellos con mayor o menor impiedad, fueron criticando aspectos generales o incluso párrafos concretos, haciendo sugerencias de mejora o dándome consejos para gustar a los lectores. A todos ellos les estoy inmensamente agradecido. Por supuesto, no les hice caso en todo, pero sí en muchos aspectos relevantes. De hecho, la novela a través de la corrección, la reescritura parcial y la ampliación con nuevos capítulos, se dobló hasta superar las noventa mil palabras. También borré capítulos enteros, cosa que es una penitencia para los autores.
Sin embargo, quedaban aspectos que no acababan de gustarme. Uno de los que más me preocupaban era la extensión de los capítulos. Intenté aprender de los maestros superventas como Javier Gómez Jurado o James Patterson. Pedí consejo a varias personas, pero nadie tenía una recomendación definitiva para mí. Finalmente, ya que en mi novela utilizo no solo escenas, sino lo que podemos llamar microescenas, decidí dividir todos los capítulos en dos partes, con un mínimo de mil quinientas palabras. Esto me obligó a rehacer varios cliff hangings y ampliar algunos capítulos que habían quedado algo huérfanos. Fue un pesado trabajo de post-producción. Incluso cambié el orden de algunos capítulos como si de un montaje cinematográfico se tratara.
Luego empezaron más correcciones y recorrecciones del nuevo manuscrito. Mientras tanto, ya había enviado el briefing a varias editoriales y agencias con poco éxito. De pronto, el 24 de febrero de 2022 Vladimir Putin invadió Ucrania como yo había previsto en mi libro. Nunca le perdonaré bastante el haber masacrado al pueblo ucraniano y, también, haber “spoileado” mi novela. Mi amigo escritor Ernesto Hernández, autor de la sublime novela El secreto del mercurio rojo. La hermandad del templo Debod, me sugirió con muy buen tino que hablara de La espía que soñaba con matar a Putin, lo que pienso utilizarlo en algún momento de la campaña de promoción.
Una buena mañana, ya cansado de tantas correcciones decidí fijar el manuscrito final en la versión 105. Cada sesión de trabajo que realizo cierra una nueva versión en un fichero independiente de Scrivener. Soy un obseso de las copias de seguridad. Lo grabo en la nube y bajo tierra. Entonces, se lo pasé a mi amiga escritora Irene Genovés, autora de Tutucán a Cantutú, un maravilloso cuento para todas las edades, quien además de una corrección gramatical y de estilo, aportó varios sabios consejos y sugerencias que acepté de buen grado y por las que le estoy eternamente agradecido.
No quiero ahondar en el tema de cuán difícil es asomar la cabeza en el cruel y poco profesional panorama editorial español, simplemente diré que al final firmé con la editorial Libros Indie, quienes me ofrecieron esta luminosa oportunidad para publicar mi obra entre los noventa mil títulos que se publican al año en nuestro país. Agradecer a Luís Abril su rapidez en tomar la decisión y a su apoyo, a Omar Jerez por el informe de lectura que realizó y que me hizo sentir por un momento en el olimpo de los buenos escritores.
“Literariamente es corrosiva, directa y adictiva. Conecta a todos los niveles con el espectador, da igual el género que uno tenga entre sus preferencias, Rais Busom aúna muchos de ellos en un solo mundo. Espionaje, thriller, suspense o incluso tintes del género ciberpunk, lo hace todo y lo hace bien.
La historia está deliciosamente narrada, los personajes se te hacen magnéticos desde la primera línea,las tramas y subtramas son un portento narrativo.
Estoy realmente contento ya que puedo decir que de todas las que he valorado, se encuentra entre las más sublimes.
Una gran obra que no deberíamos dejar pasar.” (Omar Jerez).
También agradecer a Diana Hermoso, a Yulia Martínez por su entrega con este proyecto editorial y a la gran novelista y diseñadora gráfica Olalla Pons que he tenido el honor de tenerla como portadista.
Me he sentido muy arropado por mis innumerables compañeros escritores del ecosistema Mapea con los que formamos una comunidad muy activa. Nos apoyamos mutuamente y libramos la misma batalla por ser leidos. A todos ellos quiero agradecerles su apoyo.
Ahora estoy esperando que la imprenta acabe su trabajo. Tengo tiempo para reflexionar. Escribo desde los diez años. Empecé escribiendo la vida que quería vivir y no tenía. De adolescente, cautivado por las vanguardias literarias, escribía textos sin trama, puramente literarios o conceptuales, a lo Samuel Becket o a lo Maurice Blanchot e incluso como Finnegans Wake de James Joyce. Ese idealismo de textos ilegibles y el gusto por los clásicos como Homero, Dante Alighieri o Alessandro Manzoni, me llevaron a una vía muerta que se resolvió tan solo acudiendo a la filosofía y al ensayo, donde hay mucha literatura, lo podrá comprobar quien lea a Friedrich Nietzsche, a Martin Heidegger, a Michel Foucault o a Emil Cioran. Ahora, ya en otro siglo, cuyas reglas de enunciación son absolutamente diferentes, he vuelto a la ficción. No sin haber desaprendido muchos vicios intelectuales.
En fin. Escribir y leer ficción va de emociones.
Este libro me ha conectado con mucha gente. Hay mucha vida en este libro. Mía y de otros. Hay muchos libros en mi libro y les hago un homenaje, porque son también parte de mi vida y de la vida de muchos. A los libros que residen esperándonos en los silenciosos templos del saber como son las antiguas bibliotecas, a los que nos entretienen mientras fisgoneamos en las eternas tardes de las librerías o a los que guardamos con celo en las librerías de nuestras casas, después de haber viajado a mundos insospechados con ellos.
A todos los lectores del mundo.
Ha sido un placer reencontrarnos.
Esto es amor.
Rais Busom
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