Bienvenidos al decrecimiento. La metacrisis del coronavirus. Lecciones desde el ojo del huracán.

"Donde no hay esperanza, debemos inventarla", Albert Camus.

Intro

La crisis económica desencadenada por la enfermedad COVID-19 a su vez producida por el virus SARS-COV-2, no se está interpretando con suficiente lucidez. Quizás porqué en España y especialmente en Catalunya estamos en el ojo del huracán, en el peor sitio del mundo posible para vivir actualmente, donde las consecuencias de la pandemia se viven en su mayor crudeza, debido a un gobierno inepto y perverso, podemos tener mayor clarividencia.

Los economistas ortodoxos se han precipitado a interpretar escenarios de recuperación ante una crisis, que no solo es económica, y que además no es una crisis cíclica más, con el interés de hacer creer que saldremos adelante más o menos como antes de aquí unos meses, especialmente para que no cunda el pánico social y bursátil.

Pero eso no cierto. Nuestro futuro no será como nos vendieron y tampoco será como antes, será otra cosa tan diferente, que tardara décadas en ajustarse y estabilizarse. 

Mi mensaje no pretende ser en absoluto pesimista. El mensaje que pretendo dar es un mensaje inteligente, ni optimista, ni pesimista, ni realista. Más vale saber lo que viene, y poderlo anticipar adecuadamente, para poderse adaptar lo mejor posible. Eso es lo único que puede hacer nuestra especie inteligente.



1. Esto no es una crisis es una metacrisis

Es una metacrísis porque existen varias crisis inter-relacionadas, que no pueden explicarse únicamente desde el punto de vista estrictamente económico. La crisis financiera global, la estanflación en la que estamos asentados, y donde no conseguimos crecer ni con descomunales inyecciones de dinero artificial de expansión cuantitativa, provoca desde hace décadas un desplome de la prosperidad, insoportable ya para muchos segmentos sociales. La digitalización tan necesaria para la reactivación económica, también agrava el problema de la pauperización de muchos segmentos sociales. A pesar de lo que nos quieren hacer creer, nunca ha habido tantos pobres en el mundo, especialmente en el desarrollado. Gente con trabajo que es técnicamente pobre. Esto nunca había ocurrido. Bajo el eufemismo de "población en riesgo de exclusión social", encontramos a los pobres del siglo XXI de los países ricos. 

La crisis climática también afecta a cambios estructurales y especialmente la crisis energética, el ECoE, el coste energético de obtener la energía, ha llegado a niveles que no solo no es rentable económicamente, sino que termodinámicamente es un esfuerzo vano. El antecedente de la crisis y la sociedad en que vivimos, se ha basado en la abundancia del petroleo con un ECoE bajísimo que ha permitido el desarrollo del capitalismo financiero, el consumismo, el aumento desmesurado de la población mundial, así como la supremacía del dólar y de EEUU, gracias a su alianza geo-estratégica con Arabia Saudí. También ha sido un periodo de prosperidad sin iguales para una gran parte de la población, pero aun precio muy alto, que solo ahora empezamos a ser conscientes.

Pero todo esto está saltando por los aires. No ha sido el virus, todo estaba ya allí. El virus solo ha sido el detonante y en cuanto se ha parado la economía, las políticas monetarias artificiales no pueden detener el colapso. Y por cada mes que tardamos en recuperar la producción, más nos alejamos de volver a la normalidad.



2. Conceptos erróneos sobre el capitalismo

El capitalismo no es un sistema maligno, ni bueno. Es el sistema de nuestro tiempo. Y no va de personas, va de mecanismos productivos, de organización, de gestión del excedente energético, de conflicto y cooperación social. Puede ser tan cruel como la naturaleza, pero solo está en manos de los humanos reducir los desequilibrios. Y no no morirá por sus contradicciones. Lo bueno y lo malo de Marx era que era un hegeliano. Como buen hegeliano de izquierdas pensaba dialécticamente, que las contradicciones creaban un momento de superación. Pero esto es un concepto filosófico, no una realidad. De hecho, la filosofía contemporánea ha decapitado la dialéctica hegeliana centrándose en la contradicción, en la diferencia, sin conclusión, sin superación. La diferencia crea nuevas diferencias adialécticamente. 

Y así será con el capitalismo. La evidencia empírica así lo indica. Los sistemas económicos tienen una gran capacidad de adaptación, y el capitalista en particular, los colapsos vienen con los problemas de gestión del excedente, con la imposibilidad de utilizar la energía necesaria para mantener el sistema. Y esto está empezando a pasar, pero eso no es una contradicción interna, es más bien la incapacidad de la ciencia económica ortodoxa para entender, que la Segunda Ley de la Termodinámica aplica a todo lo que ocurre en nuestro Universo, incluida la economía. En general, de todo lo que existe en el Universo, desde las estrellas a las sociedades humanas, todo lucha empedernidamente contra la entropía utilizando toda la energía libre disponible. 

Pensar que el capitalismo es malo o que acabará automáticamente es un infantilismo, que no permite ver la seriedad del problema al que nos enfrentamos. El capitalismo financiero se vendrá abajo porqué está sustentado en la artificialidad de la creación de dinero como un castillo de naipes. Lo que no tenga un valor real se destruirá porqué no será intercambiable, pero otras formas de capitalismo son posibles en la crisis. Incluso otros sistemas alternativos post-capitalistas surgidos en su interior van a tener lugar y convivirán con él durante mucho tiempo. Quizás algún día puedan enterrarlo. Si el capitalismo es más o menos salvaje o injusto, se debe principalmente a las relaciones de poder y estas han sido muy cambiantes en su historia y geografía.

Lo que sin duda es determinante para la forma social del capitalismo son la integridad de las instituciones sociales, la legalidad, los contrapesos de poder, la constitución material como contrato social justo y sostenible de las relaciones de poder, y sobre todo, la forma política y su capacidad de legitimación.


3. La era del decrecimiento

El capitalismo artificial, financiero, basado en la generación de deuda para conseguir crecimientos mínimos, puede estar llegando a su final por su ineficacia. La rueda se ha parado. Y ahora solo nos queda el decrecer. Durante esta crisis estamos decreciendo o colapsando a un ritmo vertiginoso. No podremos recuperarnos de la misma manera. Nunca volveremos al punto de donde nos caímos. El precipicio es escarpado.

El problema entrópico al que hacemos frente no tiene solución, es algo que va más allá del sistema económico y de los sueños tecnológicos, o de las energías renovables. Es falso que el sol es una energía inagotable, eso es algo teórico. La realidad es que solo tenemos una determinada capacidad de extracción, almacenamiento y distribución de energía, en un momento histórico determinado. Pero no depende únicamente de la capacidad tecnológica o financiera, depende de su ECoE (Energy Cost of Energy), es decir de la cantidad de energía, que tenemos que utilizar para poder aprovechar una fuente de energía.

Como ha analizado magistralmente Tim Morgan en sus libros y su blog (https://surplusenergyeconomics.wordpress.com/), el cambio de siglo aumentó la tendencia global de ECoE desde 2,6% a 4,1%. A partir de ahí, ha ido escalando a niveles entre 3,5% y 5%, que determinaron que el crecimiento anterior a la prosperidad de las economías avanzadas empezó a revertirse. Durante la crisis de 2008 se llegó a alcanzar el 5,6%. Actualmente los aumentos de ECoE que se han situado entre el 8% y el 10%, están afectando también al mundo en vías de desarrollo, por lo que existe un deterioro de la prosperidad a nivel global. La economía se está simplificando, lo artificial se está derrumbando, y por tanto, haciéndose más pequeña. Pero ese decrecimiento real será ocultado por las estadísticas oficiales, como se viene haciendo desde hace bastantes años.


4. Digitalización forzosa y riesgo de colapso digital

Uno de los efectos aparentemente beneficiosos de la crisis económica del coronavirus, de su decrecimiento, es la desmaterialización de la economía. Aquellas compañías tradicionales para las cuales el teletrabajo era un anatema, han tenido que cambiar de idea de un día para otro, y han tenido que sacar a los empleados del analfabetismo funcional tecnológico al que les tenían sometidos y darles las herramientas necesarias para poder trabajar. Ahora por pura necesidad.

Sin duda, esto es algo positivo, pero el consumo energético de la economía digital es muy superior al de la economía tradicional. Especialmente el consumo digital individualizado es energéticamente insostenible en el largo plazo. Por tanto, la digitalización no es una solución definitiva, de hecho solo hace que agravar la crisis económica en la que no hay prosperidad para todos. Por no hablar de la automatización ahora acelerada y que agravará el desempleo hasta porcentajes nunca vistos e insostenibles. Lo que nos pone ante retos descomunales a nivel social y político, si queremos decrecer con un mínimo de consistencia social y evitar el colapso digital.


5. El nuevo monetarismo colaborativo

La metacrisis del coronavius inicia el proceso de destrucción del valor artificial del capital financiero en sus formas de derivados y deuda. Esto permite que la sociedad busque otras maneras de valorizarse. Las criptomonedas y los tokens son uno de los instrumentos de almacenamiento de valor, pero su tecnología también permite una autodeterminación monetaria, la capacidad social de emitir sus propias monedas complementarias, que abren formas de valorización alternativas al totalitarismo del capital financiero.

El monetarismo colaborativo es un tendencia social generalizada por la autodeterminación monetaria, para una mejor gestión del bien común a través de las tecnologías de la blockchain, que permite mitigar las desequilibrios artificiales del sistema financiero y construir ecosistemas de autovalorización inteligente, que consiguen integrar de manera distribuida, sin una autoridad central susceptible de arbitrariedades, y directa, es decir, sin ineficaces intermediarios, a los segmentos tanto del capital intelectual, como a los segmentos sociales expulsados de la ámbito productivo.


6. La excepcionalidad de la democracia

La evolución del sistema político es clave en esta crisis. La democracia formal occidental es un sistema del siglo XIX, que tiene un enorme déficit de legitimación y es un mecanismo inadecuado de gestión para el siglo XXI y para establecer políticas consensuadas eficaces y duraderas. Esto es aprovechado por populistas y extremistas para proponer soluciones radicales, que en el fondo llevarían a una menor prosperidad para la gran mayoría y a un empeoramiento de la capacidad de influencia de la población en la clase política. Tras el populismo se enmascaran ciertas élites, que pretenden apropiarse de los excedentes de manera injusta y monopolista, lo que necesita de un control social férreo para poder perpetuarse en el poder.

Nadie esta pidiendo reformas digitales de la democracia, que son esenciales para una democracia digital distribuida, que puede ser el sistema capaz de sostener un monetarismo colaborativo como medio de autovalorización del capital inteligente. Las izquierdas y las derechas son referentes de subculturas sociales más que políticos. La complejidad social es irreductible a izquierdas y derechas, además nada es lo que parece. Las clases trabajadoras votan a la derecha y los intelectuales adinerados a la izquierda. En la opinión social falta pragmatismo y una comprensión más adecuada de los problemas y de los discursos, que pueden solucionarlos. 

La democracia es un bien raro y frágil, que debe evolucionar hacia las exigencias actuales o desaparecerá bajo su misma formalidad, sin que nos enteremos demasiado, como ya está sucediendo estos días. El estado de alerta es un estado de emergencia ilegal, que ha desprovisto a la ciudadanía de su libertad. Las leyes de la emergencia siempre son una suspensión de la democracia. En EEUU con los atentados del 11 de septiembre entraron en vigor unas serie de leyes de seguridad, que han limitado para siempre los derechos democráticos de sus ciudadanos. No importa la causa de la emergencia. El poder prefiere evadir cualquier control. Los gobiernos totalitarios, que más perduran y que son más eficientes, son los que mantienen una formalidad democrática. Pero de lo que aquí se trata, es de la profundización digital de la democracia, esa gran oportunidad para que la ciudadanía a nivel individual y colectivo, pueda participar de una manera más frecuente, eficaz y profunda en la gestión de los tres poderes básicos: ejecutivo, legislativo y judicial.


Coda

Sólo algunos países asiáticos como Corea han demostrado ser capaces de luchar contra la pandemia con herramientas digitales del siglo XXI, sin dañar en exceso a la economía y sin ejercer un confinamiento totalitario como España y Italia. Esta claro quien está preparado para el mundo que viene y quien no.
"La vida no tiene sentido pero vale la pena vivir, siempre que reconozcas que no tiene sentido", Albert Camus.

Comentarios

  1. Excelente artículo sobre teletrabajo yo también estoy interesado en el mundo del trabajo desde casa por eso pongo un artículo sobre trabajo desde casa es el siguiente:
    https://tupuedestrabajardesdecasa.wordpress.com/

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