Huérfanos digitales

Atari co-founder Nolan Bushnell: “Steve Jobs had one speed: full speed ahead”


Mi mesa de trabajo lleva diez años sin un papel encima. 

La digitalización es trepidante. Y está dejando mucha gente atrás. Y no precisamente mayor. 

Aún recuerdo como algún preciado y reconocido CEO, se hacia imprimir los emails, para que luego su secretaria los pudiera contestar, creando un bunker analógico alrededor de esa digitalización demoníaca. Los de este bunker aún leen periódicos en papel al desayunar, escriben postales aunque no las envíen por correo, toman notas en libretas del tamaño de un móvil, corrigen contratos en papel no siempre reciclado, pagan en efectivo para oler el dinero, ven la tele con nostalgia sin la carta de ajuste, hacen llamadas de teléfono a sus amigos, etc. Y es que la digitalización no es cosa ni de jóvenes, ni de viejos, sino de innovadores, de personas que aman lo nuevo. No tecnología, sino hábitos, nuevas formas de vida, nuevas comunidades, formas originales de entender el mundo. La digitalización son personas, y lo que tenemos que desarrollar es el componente social, que hay en el mundo digital.

Se habla mucho de los nativos digitales, pero todo es relativo. Algunos de mi generación (baby boomers, una confesión de madurez en toda regla) empezamos esto de Internet allá por el '95. Se puede decir, que fuimos los primeros digitales. Me gusta decir, que nosotros fuimos los auténticos nativos digitales, no porque nacimos con Internet, sino porque Internet nació con nosotros. Nosotros pertenecemos a esa tribu digital desde que empezó la danza de la lluvia de bits. Y llevamos más tiempo en ella, que cualquier millennial que se precie, que pueda haber nacido con una tablet entre las manos.

Pero lo preocupante, es que toda una serie de síntomas del "digital dividide" o brecha digital, se están empezando a dar, no sólo ya entre países con extremas diferencias en el desarrollo económico, sino dentro de las mismas capas sociales en el mundo avanzado. Islas analógicas o de retraso digital, en un océano digitalizado. Hay una digitalización a diversas velocidades. Más que una brecha, habría que hablar de segregación digital, ya que el analfabetismo funcional para lo digital es cruelmente excluyente. Quien no va a la velocidad máxima como Steve Jobs, como icono de la innovación digital, se agota como si no tuviera baterías. Hay toda una suerte de grupos, que van perdiendo la conexión fuerte con la digitalización. Se necesita estar hiperconectado y muy al día. Las generaciones de los productos son más cortas, y la adopción más rápida y tremendamente disruptiva. Nos cambia la vida sin darnos cuenta. Sólo hay que escrolar un poco en Crunchbase para ver lo que proponen nuevas start ups y muchas veces, hay que hilar muy fino para entender lo que pretenden hacer. 

Por eso, veo con gran pena a jóvenes, que están menos digitalizados que yo, o artículos en revistas o en Linkedin, de quienes parecen haber descubierto la sopa de ajo, pero que en realidad son ignorantes digitales y no lo saben. Incluso expertos, que han perdido el tren, o profesionales que simplemente han tirado la toalla o se han hipersaturado. Es fácil quedarse atrás perdido, y nadie está a salvo de esta suerte de tacofobia o miedo a la velocidad. Y sin embargo, se dice que los niños descuidados por la gente hiperconectada son los huérfanos digitales, pero para mi, bien al contrario, los huérfanos de verdad son los hipoconectados. Los hijos descuidados son una consecuencia de la falta de entendimiento de lo digital, de la gente que se apea de la velocidad de la digitalización, de las nuevas olas tecnológicas. Esos sí son los nuevos huérfanos digitales, han perdido toda guía y toda dirección. Y es lo que reproducen, de padres a hijos.

Conectarse a lo digital no es una virtud o un vicio, ni siquiera un derecho, es un deber de los nuevos derechos digitales. La responsabilidad digital exige velar por la conectividad. Todos hacemos parte de la red digital. Pero es el tamaño y la velocidad de la red lo importante, no las del individuo. Todo el mundo debe comprobar la veracidad de sus comunicaciones y transmitir la confianza a las demás personas con las que se conecta. Es el deber de conexión como contrapartida al derecho a la desconexión. Más allá de la excepciones, que deberá regular un derecho social a la desconexión, existirá el deber a la conexión y a toda la responsabilidad que ello conlleva. Eso es  lo que ocurre con una red como Blockchain, donde todos los nodos como parte de una red entre pares, deben velar por la integridad de las transacciones, en contra de cualquier fraude y abuso. Debemos hacer crecer a las nuevas generaciones en la nueva responsabilidad digital, en la madurez de participar en la gestión de redes descentralizadas, que son comunidades humanas digitalizadas. Redes sin padre, sin autoridad central, aunque sí con madres, pues son capaces de reproducirse.

Sabemos que Steve Jobs limitaba el uso de la tecnología a sus hijos. Que tardaron tiempo en usar un iPad y mucho más un iPhone. Y que hay auténticos detractores de enseñar tecnología a los niños por considerar que los atontan, como los autores del libro Screen Schooled: Two Veteran Teachers Expose How Technology Overuse Is Making Our Kids Dumber de Clement y Miles. Todos ellos se equivocan, también nuestro querido Jobs. La digitalización no va de tecnología, si no de relaciones personales.  Lo que hay que enseñar es ética digital, pero solo se puede enseñar si uno está hiperconectado. Si alguien puede desarrollar un criterio con fundamento. La desconexión provocada, es la que aleja de un crecimiento digital sano.

Lo que está claro, es que existen demasiados huérfanos digitales, desamparados, que han caído en el hoyo analógico. Y cada vez habrá más. La transformación digital y la innovación, crean inevitablemente nuevas élites. Los hijos digitales difícilmente pueden aprender todo sin padres digitales. Nos jugamos su identidad digital, que es lo único que tendrá valor en el futuro. Los padres que abandonan sus niños a su propia digitalidad son unos irresponsables digitales, pero poco se puede enseñar si uno no está hiperconectado. Quizás los millennials, como son nuestros hijos, sean los verdaderos nativos digitales, pero necesitan unos padres, también digitales, pero activos y comprometidos. 

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