La obra de arte en la época de su reproductibilidad digital. Lecciones de microfilosofía.

El Kamasutra ostenta el record de ser el libro más pirateado del mundo. Obviamente, se trata de la edición ilustrada. Si una ola de expertos en sexo de manual nos invade, hasta hacer de la ciencia arcana una ordinaria sabiduría, querrá decir que ya son muy pocas personas, las que pueden crear alguna nueva colocación. La innovación crece en importancia, en cuanto todo se puede copiar con facilidad, como ocurre hoy en día.

Se diría que el mundo se divide en copiadores o followers y en creadores o innovators. Las implicaciones de esto son extremadamente importantes. Los copiadores viven la narración y el universo creados por los autores. Pero los creadores no son personas aisladas, son organizaciones, redes de personas, comunidades, personas con grandes conexiones, etc. La creación es ubicua y colectiva. Incluso un individuo tiene un bagaje lingüístico (una competencia lingüística o un precomprensión hermenéutica), que no le es propio. Los individuos actúan como procesadores de información. La creadores colectivos crean los discursos sociales a través de prácticas discursivas bien definidas. 

La realidad humana está siempre mediada por el lenguaje. Esto es muy radical y muy difícil de aceptar, ya que nuestro sentido común nos engaña. Siempre nos engaña, aunque con buen criterio, para simplificar la realidad y ser más eficaces. Pero otra cosa muy diferente, es que las cosas funcionen realmente así como el sentido común cree. La ciencia y la filosofía llevan siglos contradiciendolo. No hay ningún acceso físico a la realidad, que no esté mediado por el lenguaje, o el lenguaje natural o algún lenguaje artificial como la ciencia. El simple hecho de percibir un objeto, es algo que sólo tiene sentido dentro de una estructura lingüística, que existe previamente en nuestra mente y le da sentido, o como mínimo la asemeja a lo más parecido, que tengamos almacenado en nuestra biblioteca mental. Todo lo que hacemos está inscrito dentro del lenguaje. Quien domina el lenguaje, el discurso social, el metarelato, que nos permite entender las cosas, relacionar los hechos, tiene el poder. El poder como nos enseñó Foucault, es creativo, es creador de realidad, es positivo.

Los relatos del poder crean a los sujetos, a los followers, a gente que felizmente piensa que son libres, mientras están sometidos a una verdad artificial y cerrada. La libertad no construida por uno mismo es un tipo de esclavitud.

Los followers se rigen por la identidad. El sometimiento de los sujetos es un proceso de identificación con una identidad, mientras los creadores siempre se enfocarán en la diferencia, en un proceso de diferenciación de la identidad. La duda permanente, la critica de todo, empezando por uno mismo, por los principios más arraigados de uno mismo, por las verdades más asentadas, es la primera distinción entre el copiador y el creador. Desprenderse de uno mismo, del propio yo. Nunca habíamos tenido en ninguna época, una homogeneidad tan grande de las conciencias. Nunca habíamos tenido tantos followers repitiendo el karaoke de los poderes diseminados. El arte como discurso social también es resultado de una construcción del lenguaje y por tanto, terreno de tensiones de poder. Sometimiento y liberación.


El filósofo Walter Benjamin escribió en 1936 un libro clarividente en la historia del arte, llamado La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica. En él describe perfectamente un cambio disruptivo en el arte, cuando una obra deja de ser una creación singular y por tanto, deja de estar dotada de la llamada aura, es decir, de una experiencia contemplativa de lo irrepetible, para poder ser reproducida con facilidad por medios técnicos. La singularidad de su contemplación y el aura se pierden. La reproducción técnica destruye la originalidad y ya no es posible medir el valor de un objeto en cuanto a su valor como experiencia de su contemplación. La pérdida de la originalidad por la existencia de múltiples reproducciones, provoca que el arte se vuelva un objeto cuyo valor no puede ser dimensionado en referencia a su comprensión dentro de la tradición artística. La salida del arte de la tradición lo convierte en un artefacto cultural, político dice Benjamin. Pensemos en Las Meninas de Velázquez. El aura está en el cuadro del Museo del Prado, pero esta obra ha sido reproducida hasta la saciedad en fotografías y es por todo el mundo conocida, hasta por los que no se han entregado a su belleza original. Pero las fotografías de Las Meninas, que se venden ya a la misma salida del Museo, rompen el aura y la politizan, la convierten en un dato público de la cultura colectiva. Con la fotografía el valor de exhibición supera al ritual, al culto. Así se convierte en entretenimiento y está expuesta a un enorme desgaste, con lo que se aprecia la necesidad de crear cada vez nuevos productos, como ocurre en la industria de la música. Pero ya que la originalidad no es tan fácil ni tan masiva, la obra se expone al remontaje (en palabras de Benjamin), nosotros diríamos remix.

Con mayor razón, en los tiempos de la reproductibilidad técnica, pero no ya analógica sino digital, la obra de arte más que cultural o política, se convierte en mercancía, en información y pura diversión. En mercancía pero casi sin valor. La reproducción digital de la obra/objeto de arte, marca una tendencia al coste marginal cero. La creación y la producción tienen un valor, pero no ya la reproducción casi sin comercialización. Los artistas deben vivir del momento de la creación o de la performance, de los momentos de originalidad que mantienen el aura viva. Los autores cada vez menos viven de la comercialización, con lo cual están de alguna manera volviendo a ser auténticos artistas, al aura. La gente paga aún por la autenticidad de la obra, por la singularidad de la experiencia. Incluso a través del crowfunding los autores pueden tener una relación con su propio público antes del momento de la reproductibilidad y ser pagados por ello. A la gente no le gusta el karaoke como obra de arte. Y es que la repetición desgasta el valor y nos convierte en sujetos. Cuando repetimos algo hasta la saciedad, dejamos de vivir. La reproducción al infinito de la nada es la muerte.

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