Ayrton Senna y la regulación de la tecnología

En 1993 el equipo Williams ganó el mundial de F1 con Alain Prost, principalmente gracias a unas innovaciones técnicas, la suspensión activa y el control de tracción, hoy profusamente utilizadas en los coches de calle, ingeniadas por el en aquel entonces desconocido, Adrian Newey. La temporada siguiente, Ayrton Senna consiguió jubilar a Prost, su eterno antagonista, para hacerse con el puesto de primer piloto en la escudera, con la mala fortuna que la FIA prohibió ese mismo año, todas las ayudas electrónicas incluidas las innovaciones, que habían llevado a la escudería Williams a ganar el campeonato. El Williams FW16 se convirtió de la noche a la mañana, en un coche inmanejable hasta para un genio. Senna falleció en 1994 en una trágico accidente en el circuito de Imola, después de que su Williams se quedara sin dirección.

La F1 es la competición deportiva que mejor combina tecnología, negocio y espectáculo. Es decir, que su único objetivo, no es ya ir lo más rápido posible, si no dar el mejor espectáculo, garantizando la seguridad de los pilotos, combinada con una gran libertad de innovación tecnológica. La innovación y la aplicación de tecnologías de otros ámbitos como la aeronáutica, la electrónica o la informática, han sido tan profundas y sofisticadas desde los años '70, que de no haber regulación, los coches podrían correr a 1.000 Km/h. y la gente en las tribunas tendría que grabarlos en vídeo para reproducirlos a cámara lenta y poder ver algo. 

La F1 es una competición no sólo de pilotos y escuderías, sino también y especialmente, de ingeniería. No existe ninguna empresa en el mundo tan enfocada a resultados e innovación como un equipo de F1. La FIA (Federación Internacional del Automóvil) siempre ha impuesto un reglamento técnico que cambia cada año, donde se ponen grandes restricciones tecnológicas. Incluso en muchas ocasiones se prohíben completamente algunas tecnologías. Por ejemplo, los motores turbo han sido aceptados y prohibidos en varias ocasiones, en cambio, otras innovaciones como el efecto suelo, -consistente en construir un coche como un avión al revés, para que se pegue al suelo-, fueron prohibidas definitivamente. La FIA va limitando las innovaciones tecnológicas a través de su regulación anual, en función de criterios de: 
  • Equidad: no ofrecer ventaja a los equipos con mayor presupuesto. 
  • Seguridad: prohibir innovaciones, que podrían ser peligrosas.
  • Equilibrio: mantener la velocidad en límites adecuados, la conducibilidad del piloto, la visbilidad por parte del espectador.
No hay disciplina más que la F1 donde se busquen todos los resquicios posibles en los reglamentos para conseguir las máximas ventajas competitivas. Las restricciones son siempre una limitación y al tiempo, un magnífico desafío, para conseguir innovaciones por caminos insospechados. 

La visión idealista de la tecnología que evoluciona al infinito, el tecno-optimismo, no sólo es insostenible energéticamente, sino que además es falsa y en todo caso inconveniente. La tecnología debe someterse a los valores sociales y no al revés. La tecnología debe ser siempre una opción y regularla es imprescindible, para mantener los equilibrios sociales o para establecer una ética, que nos permita desarrollar la convivencia. La tecnología no es que sea mala o buena, pero es conveniente o no. La tecnología es en definitiva, un derecho. Este tipo de prohibición de la F1 es paradigmática. Este ir hacia atrás de la F1, pero que siempre va hacia adelante, demuestra que la regular la tecnología en base a presupuestos no tecnológicos, tiene más beneficios que inconvenientes. Al contrario de lo que pueda parecer no es una falta la de libertad, sino una protección de esta. Es un ejemplo a seguir en otros ámbitos.

Defendemos, que como parte de la responsabilidad digital, especialmente de la responsabilidad social digital, la opcionalidad tecnológica y las moratorias técnicas, como ocurre en bioética, son exigencias por las que los profesionales de la transformación digital, nos tenemos que batir.

Después del accidente de Senna, la FIA realizó grandes cambios en el reglamento técnico para mejorar la seguridad de los pilotos. Desde 1994 no ha muerto ningún piloto de F1 en competición.

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