El liderazgo consiste en hacer feliz

Muchos consideran que el liderazgo es una competencia profesional en la que son determinantes las habilidades de la inteligencia emocional y relacional de las personas. Y no les falta razón. Pero aún hay más. No se puede ser un auténtico líder sin buscar la felicidad de los demás y la propia. Empleados y clientes. Quizás pueda sorprender esta afirmación en un entorno tan maquiavélico y a veces tóxico, como son las empresas. Pero es así.

Aunque no es tarea fácil, porque la felicidad tiene dos problemas esenciales: 

1) la gente no consigue ser feliz; y 
2) la gente no quiere ser feliz.

La gente no consigue la felicidad en primera instancia, porqué adopta discursos como propuestas de autoayuda o pseudoreligiones o también métodos simples, parecidos a recetarios de cocina, creados por otros, que no encajan con uno mismo y acaban disociando un ideal inalcanzable de una realidad frustrante, que al final conduce al autoengaño o a incluso a la indeseada infelicidad misma.

Pero más generalizada es la situación en la que la gente supedita cualquier cosa, incluso la felicidad, a la consecución de su misión en el mundo, a dar sentido a su vida. Si no damos sentido a nuestra vida, nos sentimos perdidos, confundidos, frustrados o angustiados. Poder prescindir de dar sentido a la vida, implica un ejercicio de decrecimiento del ego, que pocos son capaces e hacer, a parte de ciertos ascetas y gurús.

Según mis investigaciones filosóficas en este tema, que aparentemente debería ser el más importante para un ser humano, conseguir la felicidad (no el placer, la satisfacción, el éxito u otros falsos amigos) no es que sea difícil, es que es imposible.

Aunque esto también pueda sorprender, la razón de porqué es así, es muy simple. Nosotros podemos hacer felices a los demás y son los demás los que nos pueden hacer felices, pero nosotros no podemos hacernos felices. La felicidad no es un sentimiento interior es una relación. De hecho, nosotros hablamos de multifelicidad, porque en cada relación en que invertimos en los demás se nos devolverá una felicidad. La felicidad se mide en sonrisas y en el brillo en los ojos de los que te rodean. Lo que nos produce un efecto y el recuerdo de una conexión. La multifelicidad no es algo permanente, como un estado tipo nirvana o paz espiritual, son destellos de bienestar, que ayudan a construir una vida mejor y a orientarnos a un sentido dela vida común superior al individual. Ser feliz es también una renuncia a las pulsiones del ego y del sentido vital, y eso cuesta enormemente porqué son cosas muy humanas.

En este sentido el líder debe rebajar sus ansias de destacar sus puntos fuertes como control, autoridad, superioridad jerárquica, experiencia, conocimiento, y en cambio, construir relaciones con su equipo, que le permitan dar lo mejor de ellos. Y lo mejor de la gente es su felicidad. La gente lo da todo siendo feliz. Por eso, no se puede ser un líder político, social o empresarial, sin perseguir la felicidad de los demás.

La multifelicidad es una devolución, es una auténtica inversión humana, con el mayor retorno posible. Ningún líder, que se precie, puede prescindir de ella. Es lo más rentable.


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